viernes, 13 de marzo de 2009

ACTO TERCERO

Por el único hueco, entre las rendijas de madera de las ventanas del dormitorio, se coló, de forma inesperada, un haz de luz plata, hija de la luna llena que, ocultada por las nubes de la persistente tormenta, conseguía llegar hasta las sábanas de la cama. Comenzó con un leve roce sobre sus pelos, avanzó de forma lenta por su espalda hasta conseguir llegar hasta el otro extremo de la habitación. Oscar alargo su dedo sobre la línea de luz en su cabeza y comenzó a recorrerlo hasta donde le alcanzo el brazo, justo donde la línea perdía contacto con la piel de Teresa que dormía de forma profunda.
Por la puerta entre abierta llegaba, ahora de forma clara, le música que el iTunes, ya danzando a su antojo saltaba de tema en tema de modo aleatorio.

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